Derechos Humanos… ¿Para quién?
“Para una persona no violenta, todo el mundo es su familia” (Mahatma Gandhi)
¿Cuántas guerras y cuánto dolor fue necesario para reconocer que existen derechos básicos que deben ser respetados por el solo hecho de ser humanos/as? ¿Cuánto dolor y cuánto sufrimiento nos falta vivir como humanidad para que, como sociedades e individuos, nos respetemos como iguales en la diversidad?
Fueron necesarias dos guerras mundiales, millones de muertes, destrucción, hambre, miseria y los actos más atroces para que los Estados del mundo se pusieran de acuerdo en crear un documento internacional que reconozca la dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables de todo ser humano. Este documento es la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, la cual consta simplemente de 30 artículos que reconocen el derecho a la vida, a la libertad, a la no discriminación, entre otras cuestiones tan básicas que parece mentira que deban estar escritas en una declaración y que, encima, todavía no seamos capaces de respetar. La propia constitución española reconoce a esta declaración desde la jerarquía más alta del sistema legal nacional. Así y todo, los Derechos Humanos continúan siendo un estandarte y un ideal que, a riesgo de convertirse en una utopía, es una poderosa herramienta que debe guiar el accionar de los Estados, las empresas y la sociedad civil.
Ningún ser humano es igual a otro, nadie es igual a otra persona, sin embargo parece que nos olvidamos de esto tan “obvio” con demasiada frecuencia. Nos dividimos y nos tratamos como iguales en la medida en que tengamos características similares de nacimiento, color de piel, religión, capacidad, ideas, género, orientación sexual, etc. Así nos separamos en “unos/as” y “otros/as”, nos diferenciamos, nos colocamos “etiquetas”. Somos capaces de cometer los peores crímenes y vejaciones contra un ser humano que es tan humano como “yo”, pero parece que por alguna razón me he creído con la autoridad de discriminar, señalar o atacar. Incluso nos llegamos a olvidar de que muchos de nuestros familiares fueron esos “otros”, esas “otras” en los países que les recibieron tras escapar de la miseria y la pobreza que vivía España en el pasado. Nos olvidamos de que un día nosotros, nosotras o nuestros seres queridos podemos pasar por situaciones similares. Aún así, parece que no terminamos de entender que un ser humano es un ser humano en cualquier lugar de la Tierra en que decida habitar, hable la lengua que hable, sea del color de piel que sea, tenga o no algún tipo de discapacidad, sea cual sea su orientación sexual o su identidad de género. Entonces vuelvo a hacerme más preguntas: ¿Es realmente tan difícil que comprendamos esto? ¿Es necesario que me maltraten, me discriminen, me humillen a mi o a una persona que aprecio para poder recién así comprender lo que eso significa?
Denise Ferrero